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jueves, 19 de abril de 2012

De renacimientos

Hoy a sido uno de los días más radicales de mi existencia.
Radical, en cuanto a los dos extremos que he alcanzado:
Un estado de máxima tensión, que ha ido creciendo minuto a minuto, a lo largo de una semana entera, con sus días y sus interminables noches por un lado, y un estado de máximo alivio, por otro.
No puedo hablar sobre los detalles y, además, me alegro de no tener que hacerlo.
Pero al despedirme de la persona que me informó sobre la incertidumbre extrema que me nublaba la vida, sabiéndome poseedor de tan buena noticia, mis piernas comenzaron a temblar, hasta el punto que que tuve que sentarme en las escaleras del edificio. Y no pude compartir esa noticia hasta pasados unos minutos, por que las lágrimas me impedían ver la pantalla del móvil.

A lo largo de esa semana le he dado muchas, -quizás demasiadas-, vueltas a la cabeza, temiendo por las consecuencias de recibir una mala noticia. Tanto, que he perdido algo mas de dos kilos en una semana. Tanto, que las ojeras del sueño atrasado no se me pasaran en un mes entero. Tanto, que, uno de esos interruptores que a veces digo que tenemos dentro, y que saltan a cada cambio de etapa a lo largo de la vida, ha entrado en conexión, haciéndome virar el rumbo conceptual sobre muchas cuestiones que, por cotidianas, no les daba el valor que realmente tienen.

Esta semana pasada, no la habría soportado, -estoy convencido-, sin mis habituales que son muy poquitos, donde tengo que hacer una mención especial a un esporádico que espero se convierta en habitual. Él sabe bien quien es.
A todas ellas y a todos ellos les debo el no haber tirado la toalla.

Gracias.

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