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martes, 22 de mayo de 2012

De Viajes

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Los viajes no siempre se planean. En ocasiones, simplemente surgen, y nos dejamos llevar por la aventura, aunque la mayor parte de las veces lo planeamos todo, con la intención de que ese viaje, nos adentre en un mundo lleno de aventuras no previstas.

Nos vamos de viaje para conocer sitios, para dejar de pensar en nuestras rutinas, para alejarnos de lo que duele, para...infinidad de cosas.

Pero sobre todos los viajes, hay uno cuyo destino será el punto de partida. Ese será el objetivo desde el primer día.
Un viaje que por definición, nos aportará momentos de inmenso crecimiento espiritual, y no estoy hablando de religión.
Un viaje que, por momentos, nos gustaría no haber iniciado nunca. Un trayecto lleno de cansancio, sudor, calor, frío, soledad y compañía. Compañía física... o no.

Me refiero a ese viaje desde cualquier sitio, hasta Santiago de Compostela.

En bicicleta, la capacidad de recorrer mayores distancias, nos permitirá además, sabernos lo suficientemente lejos de cualquier posibilidad de arrepentirnos y cancelar la experiencia.
Solos, y a cuatrocientos kilómetros de nuestra casa, coche y familia, el primer día nos sentiremos algo nerviosos. Un pelin desubicados. Pero tras la primera noche en cama extraña rodeado por desconocidos en un albergue, y al día siguiente los primeros 50 kilómetros pedaleando, llegará ese primer momento en el que nos detengamos unos minutos para descansar, y, por primera vez en todo el viaje, levantaremos la vista del suelo, y comprobaremos que estamos solos, en mitad de la nada. Y con un poco de suerte, sin cobertura en el móvil.

Será entonces cuando se pongan a funcionar realmente todos nuestros sentidos y empiecen a aflorar esas sensaciones que tanto añorábamos. Iniciaremos entonces un dialogo con nuestro "oscuro pasajero", como decía Dexter. Nuestro "yo interior" que tanto tiempo llevaba dormido, y sin el cual no podríamos sobrevivir en circunstancias poco habituales, como la que estamos viviendo, tan lejos de casa.
Ese Oscuro pasajero será nuestro principal compañero de viaje, junto con todos los recuerdos que tan lejanos parecerán, subiendo esa interminable pendiente.
Incluso entablaremos conversación, -al principio solo mentalmente-, con los que ya no están, y será gracias a ellos, el que logremos terminar con éxito esa etapa diaria.
Nuestro oscuro pasajero nos inyectará enormes dosis de adrenalina para superar las dificultades del camino, y nuestros recuerdos, nos darán los ánimos necesarios.
Pero sobre todo, y a pesar de todo, tendremos el tiempo y la entereza suficientes para reflexionar y dialogar con nosotros mismos. 

Posiblemente ahora  entiendas lo que quiero decir, pero estoy totalmente seguro de que tras tu regreso, además de entenderlo, lo comprenderás.

Déjate llevar. Disfruta del camino. No tengas prisa.
Esto supondrá, seguro, un antes y un después. Y valdrá mucho la pena.

Alex:  buen camino.

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